Manatí


Manatí

A veces, cuando una leyenda está arraigada en la mente del observador, puede bastar con ver algo con una leve semejanza para que la mente llene los vacíos. Esto podría haber sido lo que ocurrió cuando Cristóbal Colón se acercó a la costa de la República Dominicana en 1493 y vio sirenas. «No son tan hermosas co
mo dicen», escribió en su diario, «sus caras tenían algunos rasgos masculinos»




No cabe duda de que lo que describía era un manatí, que —rasgos faciales aparte— quizá tenga más características para diferenciarse de las sirenas de las leyendas. Con una longitud de hasta tres metros y envueltos en grasa, pueden pesar hasta 500 kilogramos y tienen un hocico grueso con orificios nasales que cierran bajo el agua, aletas y una cola en forma de remo. Sin embargo, este vínculo se volvió tan intrínseco que el nombre de la familia de los manatíes y sus parientes del Pacífico, los dugongos, adoptó el mote de sus homólogas mitológicas: sirénidos. De hecho, la palabra dugongo significa «dama del mar» en idioma malayo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Brachiopsilus dianthus

La babosa ninja de Borneo